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Los falsos profetas de Baal

Los profetas de Baal

Los 450 falsos profetas que se enfrentaron a Elías

Los profetas de Baal fueron 450 falsos profetas paganos que existieron en el reino de Israel del Norte durante el reinado del rey Acab. Son famosos por su encuentro con el profeta Elías en el Monte Carmelo, narrado en 1 Reyes 18.

Origen y contexto histórico

Baal era el dios cananeo de la fertilidad, la lluvia y las tormentas, que era adorado con ritos idolátricos en la región desde antes de la llegada de los israelitas. Durante el reinado de Acab y su esposa Jezabel, el culto a Baal se impuso como religión oficial del reino de Israel.

Para ello, la reina Jezabel sustentó y mantuvo a 450 profetas dedicados al servicio de Baal y 400 profetas de Asera, diosa cananea (1 Reyes 18:19). Estos proliferaron y llevaron al pueblo a la idolatría.

El desafío de Elías a los profetas en el Monte Carmelo

Tras tres años de sequía decretada por Dios como castigo, el profeta Elías reunió a todos los israelitas y a los 450 profetas de Baal en el Monte Carmelo. Allí propuso un desafío para demostrar quién era el Dios verdadero: Baal o el Señor.

Cada bando ofrecería un becerro y lo pondría sobre una pira de leña, y el dios que respondiera enviando fuego del cielo sería reconocido como el único Dios. Los profetas de Baal invocaron todo el día a gritos a su dios, se hicieron cortes e incluso bailaron extáticamente, pero no hubo respuesta.

Luego Elías rezó sencillamente al Señor, y cayó fuego del cielo que consumió el holocausto, el agua y las piedras. Ante esto, los israelitas reconocieron al Señor, y Elías mandó matar a todos los profetas de Baal.

«El Dios que respondiere por fuego, ése sea Dios» (1 Reyes 18:24).

Referencias bíblicas

  • 1 Reyes 16 al 19: Historia de Acab y los profetas de Baal.
  • 2 Reyes 1:2-17 Muerte de Ocozías por consultar a Baal.
  • Oseas 2:13 Castigo de Dios a Israel por seguir a Baal.

La idolatría y los falsos profetas siempre han sido una amenaza espiritual para el pueblo de Dios, y el ejemplo de Elías muestra el celo con que se debe defender la verdadera fe.

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