Los padres del Mesías
María y José son dos figuras centrales en la narrativa del Nuevo Testamento, conocidos por su papel crucial en el nacimiento y la crianza de Jesucristo, el Hijo de Dios y Salvador del mundo. Su historia es fundamental para comprender el cumplimiento de las profecías mesiánicas y la encarnación de Dios en la persona de Jesús.
María, una joven judía de Nazaret, fue elegida por Dios para ser la madre de Jesús. Según el relato bíblico, un ángel llamado Gabriel se le apareció y anunció que ella concebiría y daría a luz a un hijo, a pesar de ser virgen. María aceptó humildemente esta misión divina, proclamando su famoso cántico de alabanza, conocido como el Magníficat, en el que exalta la grandeza de Dios y su papel en su plan de redención.
La importancia de María radica en su papel como la «Madre de Dios» (Theotokos en griego), que subraya la naturaleza divina de Jesucristo. Su maternidad no solo fue física, sino también espiritual, ya que desempeñó un papel único en la encarnación de Dios en la historia humana. María fue un modelo de fe, humildad y obediencia, y su vida y ejemplo continúan siendo una inspiración para los cristianos de todas las épocas.
José, por su parte, fue el esposo de María y el padre adoptivo de Jesús. Aunque inicialmente se sorprendió al enterarse del embarazo milagroso de María, un ángel se le apareció en un sueño y le aseguró que el niño fue concebido por obra del Espíritu Santo. José aceptó esta revelación con fe y se convirtió en un padre amoroso y protector para Jesús, cuidando de su familia y guiándola en obediencia a la voluntad de Dios.
La importancia de José radica en su papel como custodio de la Sagrada Familia y como ejemplo de fe y obediencia a la voluntad de Dios. Aunque su papel en la narrativa del Nuevo Testamento es más discreto que el de María, José desempeñó un papel crucial en el cumplimiento de las profecías mesiánicas y en la protección y crianza de Jesús durante sus primeros años de vida.